15 de junio de 2011

La repolitización es una revolución

Por Santiago Alba Rico



¿El movimiento 15-M, ¿es una revolución?

Obviamente no lo es: ni ha transformado el sistema ni derrocado un gobierno; ni siquiera ha producido una verdadera confrontación. Y sin embargo, hay contextos históricos en los que el único cambio al que se puede aspirar -y es enorme- es al muy sencillo e inesperado de que ocurra algo.


Un milagro es simplemente un hecho que se produce, no contra las leyes de la naturaleza, sino contra las expectativas de la gente y, en este caso, contra la no-esperanza de la gente. El hecho de que no sea ni la derecha ni la Iglesia la que tome las calles, como venía ocurriendo en los últimos años, el hecho de que “demócratas salvajes” se apoderen de las plazas y las conviertan en centros de alfabetización política, es un suceso tan pequeño en sí mismo, tan grande en su contexto, que podemos decir de un modo muy preciso que es la casi-nada en la que empieza -o puede empezar- todo. Y desde el punto de vista subjetivo, hay algo muy sintomático: no es una revolución pero sus protagonistas hablan públicamente de revolución, un término confinado en los libros de historia y en el lenguaje publicitario. La repolitización es una revolución; así lo viven los manifestantes. Y los nombres también introducen cambios, al menos a nivel de la conciencia.

¿El movimiento 15-M es de izquierdas?

Solo potencialmente lo es. Como ocurre en el mundo árabe con las fuerzas izquierdistas e islamistas, este movimiento coge un poco a contrapié a todo el mundo. Que no es de izquierdas lo demuestra el hecho de que a nivel electoral ha perjudicado menos al PP que al PSOE y ha beneficiado a UPyD, un partido autoritario y ultranacionalista, con un discurso democratico muy populista, pero completamente vacío de contenido económico y social. También la fuerte represión -y autocensura- de la terminología política, la insistencia en el consenso, el caracter festivo-autorreferencial dominante en asambleas de composición abigarrada que buscan a toda costa evitar la confrontación (con el sistema al que han desafiado y desafían).

El movimiento 15-M, ¿debe ser apoyado desde la izquierda?

Sin duda. Es una ocasión única, inesperada, felicísima. Porque todo lo dicho en el punto anterior es menos relevante que el hecho de que las calles se han convertido en escuelas; la espontaneidad se ha organizado enseguida en comisiones de trabajo muy serias y muy activas donde todo ese capital de militancia y conocimiento acumulado por la izquierda en las peores condiciones encuentra ahora un auditorio de desconocidos dispuesto a escuchar y aprender. Lo que el movimiento 15-M ha puesto en marcha es un gigantesco proceso de aprendizaje político y organizativo que ahora habrá que radicalizar. Las bases están dadas: pues la reivindicación de democracia real choca objetivamente, no con fraudes, manipulaciones o mentiras (o no sólo) sino con una estructura económica que desactiva el carácter democrático de las instituciones al mismo tiempo que produce efectos sociales y laborales devastadores. La intuición esta ya presente: la idea de que el enemigo de la democracia es el capitalismo. Desmarcarse de todo eso, en las condiciones en que la izquierda anticapitalista se encuentra en estos momentos, minoritaria y casi vencida, sería un grave error. Todo esto no ha hecho más que empezar y tenemos que empezar con ellos; uno no elige las ocasiones, se presentan históricamente en un formato construido a partir de malestares, errores y hasta alucinaciones. Este movimiento es una ocasión; no la que hubiéramos querido nosotros sino la que la combinación de trabajo, azar y descontento nos ofrece. Si el agua de pronto se convierte en vino, contra todas las previsiones, no pidamos además que sea de Rioja; alegrémonos y pongámonos a trabajar para mejorar la cosecha..

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario